PERMANECIERON FIELES HASTA LA MUERTE

PERMANECIERON FIELES HASTA
LA MUERTE


EN UNA MISMA FE Y EN UN MISMO ESPÍRITU

De la historia del martirio de los santos
Nicolás Pick
y compañeros, escrita por un contemporáneo

Después que los prisioneros fueron
sacados de la ciudad, se estuvo buscando un lugar apto para el suplicio, hasta
que llegaron al monasterio de Rugg, conocido con el nombre de Santa Isabel.
Había allí un local amplio, semejante a un granero, que
servía de depósito para hierba seca, que allí se precisaba
en abundancia. Había en este lugar dos vigas, una larga y otra
más corta, que parecieron a los soldados ser a propósito para
colgar de ellas a sus prisioneros.

Los condujeron a aquel granero, mientras
ellos, convencidos de que morirían por defender su fe católica,
mutuamente se confortaban en el espíritu y oraban al Señor con
fervor para que les ayudara en aquel trance definitivo. Cada uno, según
Dios le inspiraba, confortaba a los demás, animándose con la
esperanza de conquistar la retribución imperecedera y con la
posesión definitiva del reino de los cielos, exhortándose
también a soportar con valor cuantos suplicios les esperaban, sin perder
el ánimo y venciendo la muerte corporal. Después los despojaron
de sus vestidos y los dejaron totalmente desnudos.

El padre Guardián fue escogido el
primero para sufrir aquel horrendo suplicio. Abraza y besa a cada uno, y con
palabras graves les exhorta a que permanezcan fieles en la fe católica;
y que mueran con valentía por ella, manteniendo el espíritu y
amor de fraternidad que durante su vida les había unido en la vida
religiosa, permaneciendo fieles hasta la muerte en la misma fe y en el mismo
espíritu, sin perder en aquella hora final el amor que toda su vida les
había mantenido unidos; que tenían ya cercano el premio que Dios
les había prometido y por el que venían luchando toda su vida: la
corona eterna de la felicidad; que preparadas estaban estas coronas, pendientes
de posarse sobre sus cabezas; que por cobardía no las despreciaran en
aquel trance; finalmente, que siguieran su ejemplo con valor ante el
suplicio.

Diciendo estas palabras y otras parecidas,
con intrepidez sube las gradas del patíbulo; con rostro cargado de paz y
de cristiana alegría, avanza y no deja de pronunciar frases de aliento
hasta que su garganta queda atrapada por las cuerdas de la horca. Su cuerpo
pende en el aire. Y el vicario, padre Jerónimo, Ecio Nicasio y los dos
párrocos, Leonardo y Nicolás, se dedican a reafirmar a sus
compañeros, cumpliendo en aquel trance supremo su labor pastoral
definitiva.

Todos fueron colgados de la viga más
larga, excepto cuatro. Tres de éstos pendían en la viga
más corta; entre el padre Guardián y el hermano lego, fray
Cornelio, se hallaba Godofrido Duneo; el último en ser ahorcado fue
Jaime, premonstratense, que pendía de una escalera. Por lo demás,
los soldados, con gran sarcasmo, no a todos les colocaron las cuerdas en el
cuello, sino que a unos se las pusieron en la boca, a modo de mordaza; a otros,
en la barbilla; incluso algunos lazos eran flojos, para prolongar más el
suplicio, como el del venerable Nicasio, que, al clarear el nuevo día,
aún no había expirado, por habérsele prolongado la
respiración. Aquellos esbirros emplearon en tan horrendo crimen dos
largas horas, a partir de la media noche.

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