La Fortaleza

La Fortaleza

La fortaleza es la “virtud cardinal infundida con la gracia Santificante que enardece el apetito irascible y la voluntad para que no desistan de conseguir el bien arduo o difícil ni siquiera por el máximo peligro de la vida corporal”. (1)

Es la “disposición para realizar el bien, a costa de cualquier sacrificio y venciendo todas las dificultades”.

Dicho en otras palabras, la fortaleza “es una virtud sobrenatural que da fuerzas al alma para correr tras el bien difícil, sin detenerse por el miedo ni siquiera por el temor de la muerte”.

Los actos de la fortaleza son dos: emprender cosas arduas y soportarlas. Emprender es acometer, tomar el camino del bien para vencer, intentarlo, y tener la valentía para encararlo. Y soportar es tener a su vez la fuerza y la paciencia para resistir, tolerar y sobrellevar todas las dificultades y los sufrimientos, aunque sea la muerte.

La sociedad moderna está tan intoxicada moralmente y nos contraría tanto el sentido común que el obrar diariamente según la virtud se ha vuelto una empresa heroica. Hoy hacen falta virtudes heroicas para resistir a la propuesta general que nos impone la revolución anticristiana desde los medios de comunicación, los colegios, las universidades y las expresiones culturales de todo tipo.

Para educar en la fortaleza a los jóvenes habrá que insistir en inculcarles desde la infancia infinidad de actos pequeños. Habrá que escuchar llorar a la niña en vez de comprarle la décima muñeca que acaba de salir (aunque sea más fácil para nosotros comprársela) pero mucho más formativo y provechoso para ella quedarse sin ella. Habrá que negarse a cebarlo con caramelos para que se quede tranquilo y no grite, habrá que dejarlo a la hora de dormir en su dormitorio con las luces apagadas y no con toda una batería de luces para que no tenga miedo, habrá que enseñarles a comer lo que tienen delante y de todo y no “elegir” sólo lo que les gusta, etc.

Estos pequeños renunciamientos, de los cuales la vida cotidiana está llena, ordenan toda la vida de un niño y lo preparan para pruebas mayores que tal vez los esperen y habrá que poder superarlos virilmente. Ese era el sentido de la famosa frase que se decía antaño a los varones desde pequeños “los hombres no lloran”… En realidad los hombres pueden y deben llorar legítimamente sus tristezas cuando la causa lo valga. Tiene derecho a hacerlo. Lo que se trataba de transmitirles con estas palabras era un mensaje de fortaleza. De darles ánimo para desarrollar esa capacidad de mantener el dominio de sí frente a la adversidad, por sunatural función de protector a la que el varón está llamado.

Como cabeza de familia a futuro, el varón deberá tener desarrollado el ejercicio de la fortaleza, para permanecer fuerte y transmitir seguridad a su alrededor. De saber sacar de circulación las grandes preocupaciones para resguardar la tranquilidad del ambiente familiar tan necesario para que los niños crezcan felices. Todos los niños deberían poder sentir esa maravillosa experiencia de la infancia que es cuando uno siente que su padre es el hombre más poderoso de la tierra…Y para esto hay que ser fuertes. La vida presenta muchos embates. Y quienes están llamados a estar al frente de (ya sea de una familia, de una comunidad religiosa, de una institución o de un país) tendrán que estar preparados para enfrentarlos. Y la fortaleza no se improvisa en la vida adulta, se debe ejercitar desde la niñez.

Pensemos en actos sencillos como:
Ofrecer y llevar nuestras penas y sufrimientos diarios en silencio y hasta con una sonrisa (resistiendo la tentación de hacernos las víctimas continuamente y ante todo el mundo).
No quejarnos por todo, por el frío, el calor, la humedad, los ruidos, la temperatura del agua, porque la ensalada tiene rabanitos y no nos gustan, por cada pequeña incomodidad.
Dominar el sueño, el cansancio, la rotura del auto, las inclemencias del tiempo (que contradicen nuestros planes).

Controlar nuestras ganas de reaccionar ante todos los comentarios vanos y superficiales que nos toca soportar (producto muchas veces de las limitaciones del prójimo).
Aceptar la llegada de una vida nueva (aún dentro del matrimonio bien constituido) en una sociedad que la condena.

Para después pasar a otros ya no tan sencillos como:
Saber guardar un secreto o confidencia sin sentir la necesidad imperiosa de levantar el teléfono y contárselo a todos. Muchas veces la vida nos presentará situaciones en las cuales deberemos guardar confidencias que nos habrán hecho corazones desbordados (pero que confiaron en nosotros) que debiéramos saber llevar hasta la tumba. Como: un tercer hijo que no es hijo de su aparente padre sino de un amante de su madre, una homosexualidad que no es conocida públicamente, una violación que ha sufrido una persona pero que quiere conservar como su secreto, etc. Ser capaces de romper una relación o noviazgo cuando no conviene o sabemos que no funciona y saber mantenernos firmes, con dignidad, sin llamar desbordados todos los días por teléfono o mandar docenas de mensajitos por el celular…

Conservar y defender la virginidad como Dios nos manda aunque la propuesta general sea de mofa y burla ante nuestros valores cristianos. Aceptar las contrariedades y lo que pueda ocurrirnos con fortaleza porque puede resultar una cruz muy pesada a través de toda la vida como: tener una mujer que resultó ser una haragana y no se hace cargo del hogar, que no sabe administrarlo y malgasta el sueldo de su marido. Una madre que descuida enormemente la educación de sus hijos y que obliga al padre a un doble esfuerzo (a hacer de padre y madre) durante años. Un marido que no se hace cargo de la responsabilidad de sostener su hogar, que tira el dinero en el juego o en sus gustos y caprichos desprotegiendo y rifando la seguridad de los suyos generando una enorme inestabilidad, etc. Un jefe con dinero pero indigno e incapaz que da órdenes caprichosas y humillantes pero que debemos soportar para llevar el sustento a nuestro hogar. Un superior de una comunidad religiosa a quien cuesta respetar por su conducta indebida pero que el voto de obediencia nos lo exige, etc.

Todas estas situaciones van surgiendo en las vidas de las personas. De ahí que debamos educar en el esfuerzo, en los proyectos que deben defenderse y llevarse a cabo (no los que se abandona en el camino) y estimular a los jóvenes a proponerse metas pequeñas pero reales que, aunque les cueste, valdrán la pena. Toda meta debe ser proporcionada para que sea atractiva, (como levantarse cuando suene el despertador, bañarse aunque el agua no esté lo caliente que quisiéramos, comer la comida aunque le falte sal) pero saber que nada valioso se consigue sin una enorme cuota de esfuerzo y superación personal, y que comienza desde el ejercicio de lo pequeño.

Por el contrario, “malcriar” es, como la palabra indica, criar mal. Es no limitar los deseos, es dar la impresión a un ser desde la infancia, de que todo le está permitido y a nada está obligado. La persona que crece en este desorden ni se fortalece ni adquiere la experiencia de sus propios límites.

Presionando desde la adolescencia sólo sobre sus derechos y no tomando en cuenta sus obligaciones (y mucho menos los derechos del prójimo) llega a creer que sólo él existe, y se acostumbra a no obedecer ni someterse a los demás, a no considerar a nadie como superior, con más jerarquía y autoridad. Si criamos mal, consintiendo en los caprichos, estaremos cercando a la persona en sí misma y construyendo futuros monstruos de egoísmo.

“La supresión de las obligaciones y de las contradicciones exteriores entrega al hombre a la tiranía de lo que hay de menos humano en él: sus apetitos inferiores, sus caprichos y, lo que es peor aún, su repugnancia al esfuerzo, que le sumen en un estado de indiferencia y de aburrimiento”. (2) Recordemos que la felicidad es una puerta que se abre hacia fuera, hacia los demás. Leamos con voluntad de comprender este profundísimo texto que nos describe hasta qué punto es necesaria la fortaleza para prepararse a poder permanecer de pie como personas ante los embates de la vida.

…El cristiano necesita fortaleza. Jesús no lo disimula ni nos engaña y sentencia: “el que quiera ser mi discípulo que tome su cruz y que me siga”. Jesús te invita a que le sigas por el camino del Calvario; y allá en la cumbre, junto a la cruz suya, te enseñará la tuya también. Los mandamientos son cruz. El matrimonio es cruz. La vida religiosa es cruz. El cumplimiento del deber, sea cual sea, es cruz. Toda la vida cristiana vivida según Dios es cruz y es martirio.

Y la perfección cristiana una cruz incomparablemente mayor. Para emprender el camino, para no desfallecer en él hasta la muerte, hace falta mucha fortaleza. Para escalar las cumbres de la santidad, la fortaleza tiene que ser heroica. Si quieres vivir cristianamente tendrás que vencer grandes dificultades. Las pasiones que se rebelan contra la ley de Dios. El demonio que dará asaltos furibundos. El respeto humano que hay que pisotear muchas veces: las burlas de las personas mundanas, el temor de desagradar a los amigos. La perfidia de los enemigos. Las molestias de los indiferentes. De cuando en cuando, una tormenta inesperada, que sacude el árbol, como si quisiera arrancarle de raíz.

Tienes que ser fuerte como el cedro del Líbano. Para eso te da Jesucristo la virtud de la fortaleza. El cedro es símbolo de la fortaleza por su resistencia a la acción demoledora del tiempo y a la violencia de los huracanes. ¿Cuál es la causa de esa fortaleza?

Resiste a la acción del tiempo porque su madera es incorruptible. Por esta cualidad del cedro, las joyas y los objetos preciosos se guardan en cajas de cedro, las estatuas se hacen con madera de cedro; el que quiera asegurar una existencia larga a un objeto lo fabricará con madera de cedro. Por todos los vasos de esa madera corre un óleo precioso que preserva de la caries y la polilla. Acaso es también fuerte el cedro porque sus hojas respiran el aire puro de las montañas y sus raíces beben el agua pura de la nieve que le rodea.

Se dice que la pureza es fuente de fortaleza. La Virgen fue la más fuerte porque fue la más pura. Exenta de todo pecado. Por sus venas corría sangre pura sin ardores de concupiscencia. En el Monte Calvario, durante la tormenta desencadenada por los pecados de los hombres, junto a la cruz de Jesús estaba su Madre, Reina de las vírgenes, y un solo discípulo, Juan, el discípulo virgen también… Cuanto más puras son las personas más fuertes son para soportar las penas del alma y los dolores del cuerpo… La fortaleza del cedro para resistir los vendavales y las tormentas, proviene también de sus raíces. Las raíces del cedro penetran profundamente en las entrañas de la tierra y se agarran como brazos de acero a la roca viva. Los vientos las sacuden, pero no le arrancan. Esas raíces profundísimas absorben el jugo de la tierra y con él alimentan y robustecen las vigorosas ramas para que ellas también resistan la furia de los vendavales.

Ahí está el secreto de la fortaleza de la Virgen… las raíces profundas de su fe… ¡Qué pocos cedros hay entre los hombres! Abundan más las cañas superficiales y quebradizas. La razón es porque no hay convicciones arraigadas en las almas. Los motivos de orden natural que son estímulos para obrar bien, qué fácilmente se resquebrajan: la dignidad humana, el buen nombre de la familia… Pero las raíces consistentes son los motivos sobrenaturales. El temor del castigo divino. La esperanza de un premio eterno… El amor agradecido a Jesucristo. Estas son las raíces profundas que sostienen al alma cuando la tormenta la sacude y el sufrimiento la ahoga. Pero estas raíces tienen que alimentarse con la meditación honda y constante de las verdades sobrenaturales.

La vida se va haciendo cada vez más superficial. Se vive de impresiones, no se vive de convicciones; y las impresiones son inestables. Cuanto más se fomenta la vida de los sentidos, menos abundan las almas de vida interior. Hay pocas personas que mediten; por eso hay pocos cedros robustos y muchas cañas que se quiebran con un viento ligero.” (3)

El acto mayor visible de la virtud de la fortaleza es el martirio por nuestra fe, de los cuales la historia de la Iglesia está plagada de ejemplos. Para citar solamente uno lo citaremos a Santo Tomás Moro, Canciller de Inglaterra y gran amigo del rey Enrique VIII. “El rey quería conseguir legalmente del Papa Clemente VII, débil y vacilante, la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón, bajo pretexto religioso. La causa verdadera era la pasión hacia Ana Bolena, ambiciosa, carnal, y sin escrúpulos. Para ello Enrique mueve todos los peones: compra teólogos y canonistas, y consigue, con la ayuda de su secretario, Tomás Cromwell, que se dobleguen a sus deseos los obispos y el clero de Inglaterra que firman un documento de sumisión. Ante tanta intriga y cobardía, Moro renuncia a su cargo, entregando el Gran Sello, en 1532. El nuevo Arzobispo de Canterbury, Cranmer, declara por su cuenta nulo el matrimonio con Catalina y se celebra en Westminster la boda con Ana Bolena, encinta ya. Moro no asiste. Ante tanta cobardía se yergue la suave y viril energía de Moro, que sigue luchando en continua vigilia desde su retiro de Chelsea.

Clemente VII condena el segundo matrimonio del rey. Enrique VIII reacciona violentamente. Manda que se predique contra el Papa y se declara cabeza de la Iglesia Anglicana. El clero, excepto Fisher, cede por miedo. Moro sufre y vigila. Se proclama el Acta de Sucesión, por la que se confirma la independencia respecto de Roma. Moro es atacado, como árbol caído. Acata la autoridad civil del rey, pero no quiere ser infiel a su conciencia…Se niega con tenacidad y energía a firmar la parte religiosa del Acta de Supremacía, a pesar de las amenazas. Ve a los obispos, excepto Fisher, y a los clérigos que van a firmarla.

La actitud de Moro subleva a Enrique, pues se negaba la persona de más categoría del Reino. Al no querer ceder, es enviado a la Torre de Londres. Era el año 1534… Los detalles y confidencias que su hija Margarita captó y vivió en la Torre, los recogió luego fielmente su marido Roper en la vida que escribió sobre Moro. La soledad, las enfermedades, las tentaciones, la oración y la penitencia maduraban a aquel hombre, vigoroso en la fe e interiormente enardecido”. (4)

Su hija Margarita (con quien se escribía) le pide “por piedad que ceda. Moro dice que no se lo permite su conciencia, que bien quisiera complacer al rey, pero en este conflicto no puede ceder. : “No podría poner en riesgo mi alma”. (5) Sabemos que Moro fue despojado absolutamente de todo, de sus propiedades, familia, títulos y honores, aún de sus libros en la celda. Fue presionado en la cárcel aún por su mujer, quien lo presionaba para que cediera en aquel famoso diálogo del que nos cuenta la historia:
– “ Tomás, cede y firma reconociendo al rey como cabeza de la Iglesia – le instaba su esposa Alicia. A lo que Santo Tomás le contestó:
– Mujer ¿qué negocio me presentas?… Unos pocos años de vida terrena
a cambio de una eternidad de gloria?…”
“ ¿Qué hacéis aquí, le dice Alicia, conviviendo con ratas y ratones? En Chelsea tenéis una hermosa casa, biblioteca, libros, galería, jardín, huerta y vuestra familia”. Y el argumento más fuerte era: “Os negáis a firmar lo que todos los obispos y personajes de este Reino han hecho”. Tomás le respondió:
“¿No se halla esta casa tan cerca del cielo como la mía?”.

A esta escena se suma la fortaleza demostrada por los monjes que también se negaron a firmar. La misma amenaza dirigieron a dos cartujos que tampoco quisieron ceder: “Si no os declaráis partidarios de la Reforma, haremos que os arrojen al Támesis“. Ellos respondieron: “A nosotros lo único que nos importa es ir al cielo, y nos da igual llegar allí por tierra o por mar”. (6)

“En 1535 fue juzgado y decapitado Fisher, recién nombrado Cardenal y obispo de Rochester que estaba en la Torre también. Poco después es juzgado Moro. Se confiesa fiel súbdito del rey, pero no quiere jurarle como Cabeza de la Iglesia. Es condenado a morir ahorcado, descabezado y descuartizado. Luego, por “clemencia del rey” fue sólo decapitado. Firme ya la sentencia, el acusado se vuelve acusador y aprovecha la ocasión, ante el Parlamento, para justificar su conducta, apoyada con el consentimiento de la Cristiandad, fuera de la Inglaterra oficial. A ellos en cambio les echa en cara de condenarlo con una ley injusta que aprobaron por miedo. Encargó que dieran una moneda de oro al verdugo. Terminó diciendo que moría “como buen súbdito del rey, “but God´s first”, pero ante Dios”. (7) Era el 6 de Julio de 1535. Santo Tomás, patrono de los gobernantes, pagó con su sangre su fidelidad a la fe, pero no hubiese podido resistir sin la virtud heroica dela fortaleza.

Su vida nos grita que la independencia y la soberanía de la conciencia son sagradas, y el eco resuena hasta el siglo XXI. No hay que doblegarse jamás ante las intrusiones injustas de los tiranos. Hay valores que están por encima de la propia vida. Pío XI lo declaró santo en 1935 en el cuarto centenario de su muerte, y el obispo Fisher fue canonizado también. El gesto de Santo Tomás Moro, del Cardenal Fisher y de los cartujos nos recuerdan los clásicos versos que pronuncia Pedro Crespo en “El alcalde de Zalamea”: “Al rey la hacienda y vidal / se ha de dar, pero el honor / es patrimonio del alma / y el alma sólo es de Dios”.

La fortaleza a su vez, para resistir los embates de la vida y de arremeter en las buenas empresas y en su debida proporción, para que sea virtud, debe estar regida por la razón e iluminada por la fe. Debe estar gobernada por la virtud de la prudencia para no correr peligro de caer en la osadía, que desprecia lo que le indica la prudencia y sale al encuentro del peligro sin reflexionar, de una manera desproporcionada como lo sería: tratar de apagar nosotros solos un bosque o un edificio en llamas.

Notas: 
(1) “Teología de la perfección cristiana”. Rvdo P. Royo Marín. Editorial BAC. Pág 588.
(2) “Educar para el trabajo”. Antonio J. Alcalá. Ediciones Palabra. Pág. 227.
(3) “Luz” Meditaciones. Juan Rey. S. J Editorial Sal Terrae. Pág 1150.
(4) “Sin volver la vista atrás”. Justo López Melús. Editorial G.M.S. IBERICA, S.A.Pág 49
(5) “Sin volver la vista atrás”. Justo López Melús. Editorial G.M.S. IBERICA. S. A Pág. 49
(6) “Sin volver la vista atrás”. Justo López Melús. Editorial G.M.S. IBERICA. Pág.50
(7) “Sin volver la vista atrás. Justo López Melús. Editorial G.M.S. IBERICA. Pág. 51.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.